Virgilio, padre de Occidente by Theodor Haecker

Virgilio, padre de Occidente by Theodor Haecker

autor:Theodor Haecker [Haecker, Theodor]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Crítica y teoría literaria, Otros
editor: ePubLibre
publicado: 1931-01-01T00:00:00+00:00


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Muchas cosas concurrieron al éxito de la Eneida. En primer lugar, una avasalladora potencia poética; pero con ella sola siempre podía un épico caer en los más profundos abismos de la ridiculez y de la falta de gusto, pues el genio es sonámbulo a veces. Oye una infinidad de voces en su propia unidad, pero ¡ay si una sola lo despierta de sus visiones y audiciones!: se precipita, falto de la seguridad de un espíritu de crítica, en la vulgar esterilidad de las empíricas y ocasionales necesidades y cegueras del “día”. Por consiguiente, fue también necesaria la innata seguridad de un espíritu de autocrítica, que preservara al poeta de semejante caída; digo seguridad innata, porque el auténtico espíritu de crítica puede ciertamente, como todo, ser ejercitado y robustecido metódicamente, pero nunca puede aprenderse, como tampoco aquello que constituye al poeta o al filósofo; este espíritu es también un sensus, una especie de instinto, del mismo modo que, análogamente, su totalidad superior: el discernimiento de los espíritus, no puede ser aprendido, sino que es un donum, una merced de Dios. Pero tampoco hubieran bastado aún, por parte del poeta, la potencia creadora y el espíritu de crítica sin la diligencia de la abeja, sin la infatigable labor científica, sin el labor improbas, sin una vida consagrada exclusivamente a su tarea, a su misión, una vida casi ascética. No una vida de goce, que arruinó talentos como el de Catulo y el mucho más inferior de Ovidio. Parthenius, el virginal, se le denomina en Nápoles, ciudad lasciva. En cuanto a la parte externa, tenía a su disposición nada menos que el mito y la historia de Roma. ¡Virgilio y su suerte! Un mito que aún carecía de forma, que él había de configurar por vez primera; una historia en que él vivía, que él mismo vivía, de la que él mismo es una parte real, inalienable, imprescindible. Mito e historia de Roma en el preciso momento de su plenitud, en la más alta cumbre del monte, como la piedra más sólida de la historia universal profana, que, aunque sostenida siempre con fuerza heroica, bajaba, sin embargo, la pendiente con más rapidez que había llevado al ser empujada hacia lo alto. Y no sólo tenía a su disposición el mito y la historia del Imperium Romanum en su primera forma, saludada con tan grande reconocimiento —¡después de doce guerras civiles!— en el momento de la madurez, madurez más dulce y más colmada después de tormentas sin cuento, sino también, irrumpiendo desde Oriente, la hora esperanzada y la esperanza cierta del paganismo ante el momento en que los tiempos se cumplían en su más alta esfera. ¿Se concedió jamás a un gran poeta un objeto mayor antes del año I? No; y, en la esfera de la historia profana, tampoco después del año I se concedió a nadie un objeto más grande. He dicho ya que todo arte clásico es, considerado exteriormente, un caso inaudito de suerte, es a saber, el más



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